Los lectores de VISION”¦ VIVIR ENTRE SOMBRAS

Cuando aquel ser subió por primera vez a su coche descapotable, MG B, puso el motor en marcha y el bólido salió disparado, toda su adrenalina subió cual cohete.

¡Qué placer sentir aquella potencia entre sus manos, el aire en la cara, los aromas de los árboles, el salitre del mar! Ya le habí­an dicho que conducir un coche descapotable era otra cosa diferente…. Y mirar el tronco y las ramas de los árboles y las nubes pasar. Y no te creas, que por la noche, hasta una manta se tení­a que poner sobre las piernas. Se abrigaba mucho y también se cubrí­a la cabeza…. pero en las paradas, aprovechaba para mirar al cielo y ver las estrellas y la luna.

Y conduciendo de noche fue cuando sintió los primeros sí­ntomas de que algo ocurrí­a en su vista, aunque con la juventud y la ignorancia, nadie, ni su familia, ni el entorno de amistades, imaginó que era el principio de unas sombras irreparables. Por la noche, tení­a que pegarse a algún camión y seguir la ruta hasta llegar a un lugar iluminado. Con la luz de los faros del potente MG B no era suficiente.

Aquel ser era muy sensible y disfrutaba mucho con la naturaleza y con los viajes. Le gustaba el mar para nadar y caminar en la playa. Le gustaba la montaña por la diversidad del paisaje, olores y caminar por los senderos.

Tení­a muchas amistades y era muy enamoradizo. Así­ que un buen dí­a encontró otro ser (hombre o mujer) con grandes ojos de mirada serena, tacto de terciopelo, voz agradable. Carácter dulce, trabajador y solidario. Sensualidad similar.

La vida parecí­a un jardí­n de pétalos para ambos. El amor no se acababa y después de algunos dí­as de separación, sus encuentros eran volcanes. Y la alegrí­a les invadí­a a pesar de los problemas cotidianos que comportaban la economí­a, la familia y la propia casa. Pero todo se superaba: habí­a amor y buena voluntad.

Hasta que un dí­a uno de esos dos seres (¿serí­a el hombre o la mujer?) comprendió que algo grave le pasaba a su vista, no podí­a seguir ignorándolo y decidieron ir al oftalmólogo que dijo la frase fatal… la que ninguno quiere oí­r:”Tiene Vd. Retinosis Pigmentaria y tiene que asumir que irá perdiendo visión progresivamente”.

El ser en ese momento quedó vací­o; se desplomó, sus piernas no le aguantaron. Su cónyuge estaba asombrado, desolado, sin saber cómo actuar, pero siempre a su lado.

Entonces, durante una semana, se encerró en sí­ mismo llorando horas y horas hasta quedar seco y asumió la realidad. Pensó que no serí­a el único ser con problemas de visión que hubiese en el mundo.

Y formó una asociación que ayudaba a las personas de igual condición, alentando y solucionando problemas. Aquel ser se dedicó a ayudar a los demás con una fortaleza, alegrí­a y optimismo que hasta te hací­a sentir orgulloso de tener Retinosis Pigmentaria y seguir adelante…

…Adelante, chocando con muebles, puertas, personas, niños, perros, etc ¡eso por abajo! Y en la cabeza, las puertas del escurreplatos, los letreros de las rebajas, los toldos de las tiendas, etc ¡y venga susto por aquí­, susto por allí­! Y el cuerpo lleno de cardenales… Y si perdí­as algo, como el carrito del supermercado (por olvido) o se te caí­a algo al suelo, pues paciencia y poquito a poco, rastreando se encontraba lo perdido.

Hasta que te vuelves “sabio” y presientes las presencias y aunque se sigue chocando, los tropiezos sólo son con las innovaciones o los cambios.

Y comienza la adaptación a la oscuridad, aprender a caminar con seguridad (con o sin ayuda del bastón) a no tener miedo a lo desconocido. Y se atrevió a viajar a paí­ses lejanos, como la India, por ejemplo, con su mochila y su bastón. Y con una buena compañí­a, te describen lo que no vemos, pero sentimos las voces, oí­mos los cantos, tocamos las telas y olemos perfumes, comunicándonos con los nativos llenos de emoción

Rompemos barreras con nuestra voluntad y una buena compañí­a, los paisajes los disfrutamos porque seguimos sintiendo la brisa del mar, flotamos ingrávidos en el agua, oí­mos las gaviotas, rodeados de la cálida arena. Y sentimos el fresquito (o el calor) en nuestro rostro, oí­mos como el agua baja fuerte o lenta por el riachuelo, y la hierba a nuestro tacto es suave y esta húmeda. También olemos las flores y gustamos de una buena comida.

Asimismo el ser disfruta igualmente de su pareja porque al fin y al cabo siempre hizo el amor a oscuras. Sólo queda decir que ese ser (hombre o mujer) da más valor a la vida, a lo que posee y a lo que disfruta y siente agradecimiento infinito por aquellos que le ayudan y le aceptan tal cual es.

T. Ley

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