El Instituto Fernández-Vega contribuye a descifrar las claves de la sequedad ocular

Un grupo de cientí­ficos del que forman parte integrantes de la Fundación de Investigación Oftalmológica -con sede en el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega de Oviedo- ha descubierto el relevante papel de los receptores térmicos del frí­o en la regulación de la producción basal de lágrimas. Los resultados acaban de ser publicados en la prestigiosa revista «Nature Medicine».

En el elenco de autores también figuran investigadores del Instituto de Neurociencias del Consejo Superior de Investigaciones Cientí­ficas (CSIC) y de la Universidad Miguel Hernández de Elche. El estudio ha sido dirigido por Carlos Belmonte, catedrático de Fisiologí­a Humana de la Universidad Miguel Hernández y colaborador del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.

La humedad de la superficie ocular, así­ como la de otras mucosas expuestas al medio ambiente, se mantiene gracias a una continua secreción de fluido acuoso producida por glándulas exocrinas. La alteración de este proceso puede conducir a la sequedad ocular, bucal o vaginal. Se trata de sí­ndromes que son particularmente comunes en personas de edad avanzada. En el ojo, el flujo lacrimal es continuo y se ajusta a las condiciones del medio ambiente (temperatura, humedad) y a la frecuencia de parpadeo. Hasta el momento, se desconocí­a cómo se mantení­a y regulaba esta secreción lagrimal basal.

Según un comunicado difundido por el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, «el estudio describe por vez primera las estructuras neurales responsables de sentir la sequedad ocular y a través de qué mecanismos moleculares se lleva a cabo tal regulación». Los receptores térmicos del frí­o se activan con reducciones moderadas de temperatura, dando lugar a sensaciones de frí­o. «Están presentes en toda la superficie del cuerpo y también en la del ojo, pero su función en éste constituí­a un misterio, ya que no parecí­an contribuir de manera importante a la evaluación consciente de la temperatura tal como hacen los termorreceptores de frí­o de la piel», precisa la nota.

El estudio ha sido realizado en ratones. Con posterioridad, los resultados fueron corroborados en humanos. Los investigadores han demostrado que la evaporación de la pelí­cula lagrimal, que en el intervalo entre dos parpadeos produce descensos graduales de temperatura en la superficie ocular de 1-2º C, excita en el ratón las terminaciones nerviosas de las córneas sensibles a la temperatura, que funcionan como «detectores de humedad».

Los autores del hallazgo confí­an en que éste propicie la búsqueda de tratamientos contra el sí­ndrome del ojo seco, una alteración que «afecta a alrededor del 15 por ciento de la población mundial, en su mayorí­a personas de edad avanzada, cuya secreción de lágrimas es insuficiente». Esta enfermedad provoca irritación, picor y molestias en los ojos, y conlleva una pérdida de la agudeza visual, entre otros sí­ntomas. Suele ir asociada con la sequedad vaginal y bucal, cuya sintomatologí­a es similar, por lo que el descubrimiento «también podrá ayudar a combatir el trastorno en estas partes del cuerpo».

Además de Carlos Belmonte, los autores del estudio son Andrés Parra, Rodolfo Madrid, Diego Echevarrí­a, Susana del Olmo, Cruz Morenilla-Palao, M. Carmen Acosta, Juana Gallar, Ajay Dhaka y Félix Viana, La Fundación de Investigación Oftalmológica cuenta entre sus patrocinadores con la Fundación Marí­a Cristina Masaveu y la Obra Social de Cajastur.

FUENTE: La Nueva España

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