LOS LECTORES DE VISION OPINAN
Otra mirada sobre ífrica
Francisco Isern González
Soy un afectado de retinosis, y este verano, como en otras ocasiones anteriores estuve en ífrica, concretamente en el país de Burkina Faso, colaborando con una ONG francesa (Les amis de Gonsé), en la construcción del edificio para una escuela del pueblo de Nanaye.
El grado de desarrollo de mi enfermedad aún no es muy alto, ya que mantengo una total autonomía, pero, como es de suponer, tengo mis limitaciones, que se hicieron más patentes en las circunstancias en las que me tuve que desenvolver.
De entrada, estábamos acampados en plena sabana, donde no existe ningún tipo de infraestructura, durmiendo en tiendas de campaña, sin agua corriente ni luz eléctrica. Imaginaos lo que puede suponer ésto para un afectado de retinosis: la luz durante el día allí es muy intensa, en ocasiones, yo diría que hasta cegadora. De tal manera que uno no puede quitarse las gafas de sol ni en los días nublados. Por otro lado, en los desplazamientos siempre hay que estar atento al entorno y fijarse muy bien donde se pisa, porque los obstáculos son innumerables. Y ya no os cuento si es de noche, que allí es tremendamente oscura, y el sol se pone muy pronto. La linterna es una herramienta indispensable. Me llevé un par de ellas, con sus respectivos recambios, y un cargamento de pilas.
Pero qué relación puede establecerse entre mi pasión por ífrica y la retinosis.
Pues de entrada os diría que vuelvo allí siempre con una ilusión renovada, El saber que el tiempo que me queda de visión seguramente es limitado, me impulsa a volver con más ganas, a aprovechar y disfrutar el momento.
Por otro lado, las limitaciones que tengo nunca las he ocultado, y lo primero que hago al conocer a mis compañeros de grupo, es informarles de mi enfermedad, lo cual hace que se acepte el tema con naturalidad y mueva a la gente a ser solidarios conmigo.
De ello he tenido experiencias muy satisfactorias a nivel humano. Como por ejemplo, el que por la noche, mis compañeros estuvieran atentos a que llegara sin ningún problema hasta mi tienda. Incluso algún muchacho, de aquel perdido pueblo de Nanay, sabiendo de mi limitación, no dudaba en acompañarme, cogiéndome de la mano, lo cual supuso para mí un verdadero gesto de hermandad, lleno de alegría. Y digo esto porque durante el paseo nocturno, nos reíamos de la circunstancia, que no deja de tener su lado divertido, como casi todas las cosas, aunque comprendo que a veces sea difícil descubrirlo.
De todas maneras hay que resaltar que las gentes de aquel Continente, que ante la limitación o la dificultad, son capaces de tomar una actitud positiva, y enfrentarse a ello con una sonrisa. Verdaderamente es gente de sonrisa fácil.
Allí se acepta con más naturalidad el infortunio y la adversidad, lo cual concede a sus miradas una paz tremenda, que está muy lejos de la rebeldía.
Ciertamente están acostumbrados a vivir en condiciones difíciles, que en muchas ocasiones rondan la muerte.
Todas estas vivencias, hacen que uno reflexione y llegue a la conclusión de que, en cierta manera, tengo que dar gracias a la “desgracia”, porque debido a mi retinosis he vivido experiencias muy enriquecedoras que de otro modo no hubiera tenido. Ciertamente pienso que he ganado más que lo que yo haya podido aportar allí.
Y ya para concluir, quiero contaros que en la capital Ouagadougou, vi una vez a un ciego desplazándose, con su bastón entre el caos de viandantes y el tráfico descontrolado, y me identifiqué por un momento con la situación de aquella persona, en aquel difícil País. Y os lo aseguro, aunque suene a tópico, llegué a la conclusión de que yo, aún llegando a la ceguera total, no cambiaba mi vida por uno de los muchos pobres que mendigan por las calles de Ouaga, y mucho menos por un ciego.