
Desde el pasado mes de enero, el museo organiza recorridos para personas con necesidades especiales. «Se trata de audiodescripciones de cinco o seis obras en cada sesión, para que las personas invidentes se hagan una idea de cómo son. Cada primer martes de mes visitamos diferentes cuadros», explicó Briansó, tras recibir los aplausos y agradecimientos del grupo.
Uno de los más participativos fue Andrés Mayor, presidente de la Asociación Asturiana de Retinosis Pigmentaria. «Tengo la sensación de que es todo mucho más oscuro que en la anterior visita», comentó al término del recorrido. í‰l aún ve un punto de luz, pero no lo suficiente como para apreciar las formas de las figuras y los detalles. «Para mí el paisaje significa luz, y como en este caso estaba en tercer plano me costaba imaginarme la composición. Me faltaba tiempo para hacerme una idea», reconoció.
«Estamos ante un cuadro de 73 centímetros de alto por 57 de ancho, una obra pequeña. En primer término aparecen dos santas de pie ocupando casi todo el cuadro. Tienen la figura robusta, el cabello dorado y los rostros delicados, similares a ‘La Gioconda’ de Leonardo Da Vinci». Así introdujo ayer la guía Montserrat Briansó la obra ‘Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita de Antioquía’, una de las pinturas que cuelgan en las paredes del Museo de Bellas Artes de Asturias. Podría parecer una descripción de las habituales visitas que realiza la pinacoteca. Pero no lo era: la veintena de espectadores no veían.
Hace años, cuando aún tenía visión, visitó la pinacoteca. De aquel día recordaba sobre todo un retablo que preside la escalera en la entrada de la calle Santa Ana, pero «la memoria es selectiva y creía que era más pequeño». Son 18 tableros que narran la historia de Santa Marina. «Sólo sabía que me había gustado, pero no conocía en detalle la historia que desarrollan. La guía nos la ha explicado muy bien».
«A mí me ha encantado. No faltaré a la próxima», apuntó Conchita Montaño, que ya de paso propuso algún tipo de actividad con el tacto. «Si pudiéramos tocar, aunque tan sólo fuera una esquina, sería maravilloso, pero entiendo que es arte y no puede ser». De todas formas, la guía ya ha solicitado réplicas de pequeños detalles, para que los toquen y «sea más real».
Aprender con el sabor
Conchita y Andrés han perdido progresivamente la visión, sin embargo entre el público había ciegos de nacimiento. ¿Cómo pueden aprender los colores si nunca los han visto? «Los colores son un sentimiento. Cualquiera que oiga que el cielo es azul celeste ya percibe una sensación», razonó Briansó. Porque desde pequeños, los niños ciegos aprenden a relacionar el nombre de los colores con el tacto, el olor y sobre todo con el gusto. «El ejemplo más claro es el de la fresa. Es un sabor y un olor, además de un color».
Los visitantes abandonaron el museo con una sonrisa en la boca. También con una petición: «Que pongan a disposición del público un servicio de audioguías con descripciones para invidentes». El próximo martes la visita al Bellas Artes estará destinada a personas con problemas de audición. Arte para sin barreras y para todos.
FUENTE: El Comercio Digital