Carmen Serrano, Zaragoza/ Un dispositivo electrónico implantado en el cerebro permitiría recuperar la visión en ciegos, según ha explicado Joaquín Barraquer, director del Instituto Barraquer, de Barcelona, en el LXXXI Congreso de la Sociedad Española de Oftalmología, celebrado en Zaragoza.
Joaquín Barraquer no renuncia al sueño de todo oftalmólogo: conseguir que vean los ciegos de nacimiento y los que han perdido totalmente la visión a causa de un accidente. í‰l lo ve muy claro: «Se colocaría un chip electrónico en la zona del cerebro que ve, y mediante ondas emitidas por una cámara externa, captadora de las imágenes, que puede ir sujeta a unas gafas por ejemplo, enviaría esas ondas a un electrodo situado sobre la piel del cráneo, que transmitiría a su vez esas imágenes al chip y de ahí al cerebro».
Este novedoso estudio acapara ya una de las líneas de investigación del Instituto Joaquín Barraquer de Barcelona. El célebre oftalmólogo, que se encuentra en Zaragoza para participar en el LXXXI Congreso Nacional de la SEO, cuenta que eso ya se logra en el oído. «Lo que pasa es que las células que forman las ramas del nervio óptico en el ojo están en la retina, y si ésta no está bien, las células están muertas y el nervio seco».
En el oído, sin embargo, el ganglio auditivo está dentro del hueso temporal, «lo que permite colocar el equivalente a esa cámara de la que hablábamos dentro del oído, para que transmita sus señales al ganglio de dentro del hueso; con esto los sordos pueden oír y entenderse, incluso por teléfono». En el caso del ojo, toda la investigación se centra en ese implante que sería necesario hacer en el cerebro, «en el lóbulo occipital». Y Barraquer asegura que este estudio «va más rápido de lo que se piensa».
Lente intraocular
Al mismo tiempo dirige otros trabajos, como el diseño, hace unos años, de una lente intraocular cuyos primeros resultados ha presentado en una conferencia en el congreso de Zaragoza. Es una lente empleada en cirugía de la alta miopía (de entre 10 y 30 dioptrías), de metilmetacrilato, que se coloca delante del cristalino y tiene dos ápticos que apoyan detrás del iris. En alusión a los resultados, Barraquer contó a sus colegas el caso de una joven con 26 dioptrías que él operó, que sólo veía el 20 por ciento, y que con esta lente quedó sin gafas y con un 50 por ciento de visión.
«Pero con el tiempo hemos visto que a los seis o siete años de la intervención el 25 por ciento de los casos precisa otra operación. Y por eso ahora advertimos de esa posibilidad, generalmente aceptada, por otra parte».
El oftalmólogo ha añadido que esa segunda operación se debe a que la lente, según los movimientos de la persona que la lleva, si se toca mucho los ojos o duerme boca abajo, «roza el cristalino y se producen opacidades en la cápsula». No obstante, confía en que la terapéutica médica o, incluso, los trabajos con células madre, vengan a resolver estos inconvenientes.
Noticia original aparecida en
Diario Médico, 23/09/2005
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